Mendigas de atención, alienadoras de vidas.



Como mujer, estoy segura de cuál será la reacción de muchísimas de mi género en cuanto este artículo se esparza por la red.  Mi objetivo no es lograr dividir al gremio femenino ni que el masculino me ovacione. Pero sí, tratar sobre un tema que en pleno siglo XXI, en el que nos decimos muy avanzados, aún no termina de salir a la luz, ni ser tratado con la importancia que merece: la mujer maltratadora.

La violencia de género, a diferencia de lo que muchos creen, no debería tratarse únicamente sobre el maltrato contra la mujer, sino al hombre, al niño y al anciano.  Pero aquí hablaré justamente de ese que aún nuestra sociedad sexista quiere tapar; sexista, porque nosotras como mujeres contribuimos para convertirla en tal. La “liberación femenina” es una bandera que se ha enarbolado de forma errónea,  teniendo como premisa la emancipación absoluta con respecto al hombre (lo cual está bien), y en un sinnúmero de casos, la humillación al mismo, con el fin de proclamarse superiores y borrar el antiguo estereotipo de “la mujer en la cocina, y el hombre en el trabajo”.  No intento sugerir que nuestra independencia sea perjudicial; es completamente loable, siempre y cuando eso no signifique denigrar a nuestros compañeros de vida.

Ser mujer tampoco es un argumento que santifique nuestras malas acciones bajo la excusa de estar “indefensas” y estar amparadas bajo la ley, que al ser aplicada, perjudica enormemente al hombre, pues basta con que alcemos el teléfono, o vayamos a la fiscalía a realizar una denuncia sin que muchas veces se pruebe la versión; al contrario, quien está contra la espada y la pared es el denunciado, ya que es este quien debe probar su inocencia.  Y si a esto le añadimos el prejuicio social de que “una mujer reacciona violentamente siempre y cuando un hombre la provoque”, ellos no tienen más remedio que bajar las orejas.

Alrededor de todo el mundo se suscitan diversas situaciones de violencia intrafamiliar, en las que se arrastran principalmente a los hijos, desestabilizando su entorno, y hasta destruyéndolo.  Es obvio que no se puede comparar la cifra de mujeres maltratadas con la de hombres que sufren cualquier tipo de vejación; no obstante, las escasas estadísticas que existen sobre agresión al género masculino no deben ser consideradas reales, puesto que muchos casos no son denunciados por vergüenza y rechazo a ser objetos de burla de sus amigos, de los propios funcionarios receptores de las denuncias y hasta en sus trabajos; pese al escepticismo que aún persiste ante este asunto, incluso miedo si de violencia física se trata. Todo esto, minimiza cualquier cifra que estime cuantos casos ocurren.

Existen estudios que no han sido difundidos masivamente, que demuestran que la mujer también forma parte del grupo infractor. El hecho de que la OMS catalogue como violencia de género únicamente a la que es infligida contra la mujer, no significa que no deba enseñarse la otra cara de la moneda. ¿Por qué el hablar de la violencia de género debe visualizar solo a la mujer? ¿Dónde queda el niño, el anciano, y el discapacitado? ¿No es acaso un atentado a los derechos del niño el privarlo de su padre? ¿No se atenta también contra los derechos que tiene un padre como ver crecer a sus hijos? ¿Por qué luego de un divorcio o una separación, aquel que fue escogido como esposo/conviviente no puede tener la misma capacidad de velar por sus pequeños solo porque hubo diferencias y no funcionó la relación? ¡La frustración de muchas disminuye el sentido común, que no permite que puedan separar conflictos de adultos del futuro de sus hijos!

Uno de estos estudios es el publicado por Javier Álvarez Deca, basado en la recopilación de las estadísticas e informes de diferentes países sobre violencia de pareja, con muestras que varían de edad.  En el mismo se revelan las fuentes de este documento, el número de víctimas masculinas y no excluye los resultados de mujeres lesionadas.
Estas mujeres pasan desapercibidas, precisamente por el tinte de fragilidad que se nos ha dado desde que la formación del universo; mucho más, tomando en cuenta las leyes que nos protegen y dan ventaja sobre el hombre ante cualquier circunstancia. 

No son psicópatas, pero sí lo suficientemente astutas para jamás activar la alerta de lo que realmente son: enfermas, caprichosas y manipuladoras, a un grado tal, que siempre se las ingenian para lucir como víctimas. Suelen ganarse a las familias de sus compañeros, incluso a sus amigos, para abarcar en su totalidad el terreno en el que actúan, y así no dejar la más mínima oportunidad de que ellos se defiendan. Interactúan con todos ellos, y aprovechan esas reuniones planeadas o al azar para mostrarse como mujeres abnegadísimas, esposas ejemplares y madres entregadas; pero no los dejan llevar a cabo acciones por su cuenta, ni reunirse con sus allegados, ya que ellas siempre se inclinan hacia sus familias. Anulan por completo su ambiente, su espacio, su derecho a opinar, a expresarse y sus gustos.  Están seguras de su supuesta superioridad porque logran su objetivo: alienar a su pareja.  Sin embargo, no se dan cuenta de que se convierten en mendigas de atención y de simulación de afecto. Digo simulación, porque en el fondo saben que no son correspondidas con naturalidad y ninguna acción para con ellas es realizada por mera voluntad.

Si se analizan muchos perfiles, tendremos en varios ejemplos, que ya han tenido fracasos, separaciones o divorcios; o provienen de familias en las que fueron testigo de violencia, o simplemente nunca tuvieron estabilidad con sus anteriores parejas hasta que encontraron el blanco débil, para conseguir esa soñada permanencia.  Cuando hay un hogar en el que ya han procreado hijos, estas piensan que su proceder es justificable, porque es su “lucha” por lograr un hogar inquebrantable, y son ellos quienes se convierten en las fichas perfectas para alcanzar sus objetivos, haciendo de sus vástagos un elemento de chantaje y así “amarrar” al hombre que sin duda, por amor no necesariamente quiere quedarse. Les amenazan con no dejárselos ver y lanzarlos a la calle si intentan cruzar la puerta. La presión psicológica que son capaces de ejercer es más fuerte que cualquier golpe  que den. Lo grave de este asunto es que la gente promedio no cree en la debilidad del hombre, pues socialmente siempre es visto como el fuerte y hasta insensible, capaz de reponerse o de no afectarle mayormente este tipo de situación.

El mayor problema de los hombres víctimas de maltrato a lo largo de América Latina y España, no son solamente las amenazas o golpes, sino la interminable lista de excusas que la sociedad proporciona para justificar el comportamiento de sus compañeras y la falta de una ley sólida que garantice su seguridad. Hay casos en los que su violencia es producto del maltrato que sus parejas les infringieron, lo cual no disculpa la acción.  Desafortunadamente, no existe terapia alguna que las saque de su desequilibrio cuando maltratan por mantener apariencias, estatus social o por el simple placer de denigrar.  El hecho de que ellos hagan todo al pie de la letra es la inyección que necesita su ego para sentir que ellos son inferiores, sin importar lo que sus hijos presencien; y a pesar de ello, son ellas quienes van tejiendo la historia a su conveniencia para deteriorar la imagen del padre ante sus hijos y así tener el argumento de que son estos quienes no quieren verles.

Lamentablemente, muy pocos reaccionan.  En tiempos en los que se promueve la equidad de género, ellos se sienten impotentes, dada la ventaja que abogados y jueces otorgan a mujeres y madres, a veces sin siquiera poner en tela de dudas ni investigar minuciosamente sus versiones; es más, son inducidas por sus abogados para aumentar y falsear su declaración ya que saben que ganarán la batalla. 
Apenas en los últimos diez años, hombres cansados de la indiferencia hacia esta situación han decidido alzar sus voces, formando asociaciones u organizaciones para hacer valer sus derechos y luchar por la custodia compartida y aniquilar al fin esa imagen de hostilidad y desapego familiar con la que siempre se los identifica.  Hoy en día es normal ver a un papá cambiar pañales, preparar biberones, besar a sus hijos, llevarlos a la escuela y cuidarlos tan bien como lo haría quien los llevó en su vientre.

Años atrás, tras las declaraciones de la jueza barcelonesa María Sanahuja, grupos feministas pusieron su grito de protesta por lo afirmado por ella: la existencia de denuncias falsas de mujeres culpando a sus maridos de una interminable lista de agresiones físicas y psicológicas.  Ella no ha callado y ha dado entrevistas para medios locales e internacionales dando fe de lo que se vive en ese país. La jueza María de las Mercedes Patón ha fundado “Patón y Asociados”, primer despacho español especializado en la defensa del hombre maltratado. Ella tiene constancia de la realidad que viven cientos de padres de familia.




Es hipócrita y vergonzoso que ciertas mujeres hagan eco de la igualdad de género bajo el argumento de que somos más inteligentes, más capaces y más fuertes emocionalmente, solapándose con la beneficiosa etiqueta de vulnerabilidad, cuando ellos también son tan humanos,capaces de expresar sentimientos y ser padres al cien por ciento. Ustedes, hombres, deben despertar y luchar por disfrutar de su paternidad a pesar de un inminente divorcio, y ustedes, queridas mujeres que me leen, no sean mediocres, y empiecen a utilizar esa inteligencia de la que hacen alarde para superar la separación.  El desempeño del padre de sus hijos no se limita a ser proveedores de dinero.

Si nos sentimos tan independientes, ¡podemos trabajar! Si no funcionó, si no fueron compatibles, déjenlos buscar su rumbo; muchos dejarán de ser esposos pero jamás de ser padres, y los que olvidan que lo son, tendrán algún día su factura.  El peor error que pueden cometer es pensar que los hijos atan a un hombre. Empiecen a pensar en quienes relamente importan: LOS HIJOS.


Redactado originalmente en: http://www.pisotrece.com.ar/index.php/comunicacion-e-internet/481-mendigas-de-atencion-alienadoras-de-vidas por la misma autora de este blog (Esta página web fue dada de baja, puede que la encuentren en caché)

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